viernes, 22 de agosto de 2008

Por terreno desconocido

Sus dos compañeros caminaban unos metros por delante reconociendo el terreno y buscando cualquier indicio de anormalidad. Un chasquido, un movimiento por el rabillo del ojo, el gorjeo de un pájaro... no podían bajar la guardia y dejarse sorprender. Sería entonces demasiado tarde. Él iba detrás, llevando a la espalda el avituallamiento y agua de los tres. Por la posición del sol -y por su estómago- dedujo que pronto llegaría la hora de tomar un breve descanso y recuperar fuerzas. Llevaban caminando desde una hora antes del alba por esa tierra desconocida y aún les quedaban bastantes kilómetros para llegar a la seguridad del vehículo que los llevaría de vuelta a casa.

La humedad del ambiente no dejaba que se evaporase su sudor y la ropa se sentía como un trapo mojado en la espalda; un trapo pegajoso que le sujetaba y no le dejaba moverse con libertad. Escuchó a lo lejos el ruido de un motor y se quedó parado tratando de discernir de dónde venía. Sintió un escalofrío. No veía a uno de sus compañeros y el motor sonaba cada vez más cercano. En el preciso instante en que iba a gritar el nombre de su compañero, éste vino corriendo y los tres salieron de la senda y se tumbaron a la sombra de los árboles que crecían sobre la loma que se alzaba a pocos metros de ahí. Sacó el mapa, leyó las coordenadas del GPS, y trazó mentalmente la ruta que debían seguir para llegar sin problemas.

Sacó los tres recipientes que llevaba y repartió la comida. Después bebieron agua. Finalmente, Néstor sacó un libro y sus perros se acurrucaron junto a él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una gozada leer tus relatos. Éste ma ha parecido muy tierno, iba a decir humano...