miércoles, 6 de agosto de 2008

Un hermoso ejemplar

Gerardo estaba contentísimo con su nueva adquisición. Un quijote en tapa dura, edición antigua, de esos con grandes páginas amarilleadas y una tipografía apretujada y con exceso de tinta. Ahora iba a ser el centro de atención de sus amigos y seguro que pedirían turnarse para disfrutar de él. Iban a pasárselo mucho mejor que con las revistas que iban consiguiendo de cuando en cuando, que en un par de días ya no servían para nada.

Se acercó al árbol bajo cuya sombra descansaban sus amigos escondiendo el libro a su espalda. Cuando estuvo junto a ellos, lo sacó de golpe con una sonrisa triunfal y sus rostros se iluminaron. Era justo lo que necesitaban para poder disfrutar durante las tórridas horas de la sobremesa. Lo estrenaría Gerardo, claro. Hiceron un semicírculo a su alrededor mientras él abría el libro más o menos por la mitad. Frente a él, una cuerda de rafia formaba un bucle colgada por ambos extremos de la rama más gruesa del árbol. Colcó en ella el libro, se sentó, y comenzó a columpiarse.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El Quijote vale para eso y para más